El periodista Andrés M. Estrada habló con SinEmbargo sobre su libro Policía CDMX: Héroes y demonios (Aguilar), una radiografía que muestra las situaciones con las que lidian los uniformados en su día a día, como el estigma, las venganza o las agresiones sexuales dentro de la corporación, y al mismo tiempo las prácticas que cometen en agravio de la ciudadanía como la extorsión o la fabricación de delitos.
Ciudad de México, 30 de octubre (SinEmbargo).– La Policía de la Ciudad de México es una institución que ha sido usada por el gobierno para sus intereses y en la que se han anidado toda una serie de prácticas corruptas como uso indebido de la fuerza, la fabricación de delitos o toda una serie de delitos sexuales que son perpetrados contra las mujeres de esta corporación, plantea el periodista Andrés M. Estrada en su libro Policía CDMX: Héroes y demonios (Aguilar), en el cual retrata estos aspectos y también la otra cara de la moneda: los policías comprometidos en su trabajo.
“Lo que me planteo aquí es explorar la otra cara de la moneda. Hablar de policías buenos, policías malos; héroes y demonios, y no quedarse con la nota de siempre. Humanizar al policía, que es lo que trato en algunos capítulos. Contar también sus vidas no sólo laborales, sino personales. Cómo tienen pérdida de familiares, cómo ellos se sienten cuando ven todas las desgracias que ocurren dentro de su trabajo y que les genera estrés, frustraciones, ansiedad, depresión. Algunos tienen trastornos mentales a raíz de su trabajo que han desempeñado en la Secretaría”, comentó Estrada en entrevista con SinEmbargo.
El texto, señala, tiene el objeto de reflexionar en torno a qué está pasando con la policía de la Ciudad de México, qué tipo de corporación es la que existe y por qué se da “este trato reactivo de los agentes con la ciudadanía y al revés”. Para ello, ahonda por un lado en las situaciones con las que lidian los uniformados en su día a día y al mismo tiempo las prácticas que cometen en agravio de la ciudadanía.
“Es difícil para cualquier ciudadano confiar en la policía. Todos desconfiamos de ellos. En el capítulo que planteo sobre la fabricación de delitos lo demuestro. Cualquiera puede ser víctima, ser un chivo expiatorio [...] Pero tampoco se puede desconfiar de la policía, también hay elementos valiosos que han salvaguardado la vida e integridad de las personas con hechos heroicos pocas veces conocidos. Seamos sinceros, el heroísmo de los policías no va a vender”, mencionó en ese sentido Estrada.
Una de las situaciones más alarmantes que se exponen en este trabajo periodístico son las agresiones sexuales, delitos que tienen que soportar las mujeres policías todos los días y que representan un obstáculo para poder desenvolverse y crecer dentro de la Policía de la Ciudad de México.
“Lo que platican estas mujeres policías es que son hostigadas y acosadas sexualmente tanto por sus jefes como por sus compañeros, aunque no todos. Hay compañeros que sí las respetan y hasta las han apoyado. Pero en el caso de los jefes está el hostigamiento sexual desde que salen de la academia de policías. Empiezan con estas insinuaciones, estas pretensiones, de ponerlas en puestos relativamente cómodos y a cambio les piden favores sexuales como acostarse con ellas. Luego de esto ‘tienen privilegios’ como tener faltas, llegar tarde y en las veladas se pueden dormir. Esto va para las policías que están en el ámbito operativo y administrativo. De los dos. Ninguna se escapa”, expuso.
De igual forma, Andrés M. Estrada indicó cómo los agentes de policía tienen que lidiar por una parte con el estigma de formar parte de la Policía y por el otro vivir las represalias y venganzas por parte del crimen por desempeñarse en sus labores de seguridad.
“Mantienen oculta esa parte con los familiares, amigos, vecinos. A veces a la familia tienen prohibido decirles que se dedican a ser elementos del Gobierno, en este caso la Secretaría de Seguridad Ciudadana. Lo otro es que se dan revanchas, odios y venganzas que se llevan a su casa. El hecho de que se quite su uniforme, placa y arma no implica que deje de ser policía. Muchas veces se han dado venganzas. Se han registrado homicidios de policías fuera de servicio que iban camino hacia su casa o viceversa”, compartió.
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—Escribes Policía CDMX: Héroes y Demonios como una manera de mostrar el lado humano de quienes integran esta corporación. ¿Qué fue lo que te encontraste en tu labor de reporteo?
—Lo que busqué fue acabar un poquito con esta estigmatización o sino acabar sí reflexionar en torno a qué está pasando con la policía de la Ciudad de México. Qué policía tenemos y por qué se da este trato reactivo de los agentes con la ciudadanía y al revés. Vemos por qué se da este fenómeno, vamos más allá de este tema poco explorado.
Siempre se habla de la corrupción hacia el ciudadano, que también es partícipe con las mordidas, sobre las agresiones de los policías hacia la ciudadanía. Pero pocas veces se habla de hacia dónde va ese dinero que obtiene el policía. Piensas que se lo queda, pero no, se están exigiendo entre escoltas a los propios policías. Ese trato reactivo dentro de la misma institución se ve reflejado hacia la ciudadanía en la violación a sus derechos.
Lo que me planteo aquí es explorar la otra cara de la moneda. Hablar de policías buenos, policías malos; héroes y demonios, y no quedarse con la nota de siempre. Humanizar al policía, que es lo que trato en algunos capítulos. Contar también sus vidas no solo laborales, sino personales. Cómo tienen pérdida de familiares, cómo ellos se sienten cuando ven todas las desgracias que ocurren dentro de su trabajo y que les genera estrés, frustraciones, ansiedad, depresión. Algunos tienen trastornos mentales a raíz de su trabajo que han desempeñado en la Secretaría.
—Precisamente muchos de los aspectos más opacos de los que das cuenta, llevan a uno a preguntarse, ¿se puede confiar la seguridad pública a una institución que está corrompida por dentro?
—Es difícil para cualquier ciudadano confiar en la policía. Todos desconfiamos de ellos. En el capítulo que planteo sobre la fabricación de delitos lo demuestro. Cualquiera puede ser víctima, ser un chivo expiatorio. Planteo quiénes son los más propensos, los que están borrachos o drogados, los indigentes, pero esto no nos exenta a nosotros. También hay historias de cualquiera como tú y yo, trabajadores de a pie, o a quienes van en un vehículo. Te detienen, te siembran armas, drogas y eres víctima de este sistema. Pero tampoco se puede desconfiar de la policía, también hay elementos valiosos que han salvaguardado la vida e integridad de las personas con hechos heroicos pocas veces conocidos. Seamos sinceros, el heroísmo de los policías no va a vender. Necesitas buscar que se hable de un policía que se está peleando con una persona, que lo agarraron infraganti pidiendo mordida. Aquí se trata de, si no acabar con la estigmatización, sí replantearse qué policía tenemos. Hay una parte que también habla de las agresiones del ciudadano hacia el policía, al ser el primer rostro del Estado. En este clima de inseguridad en el que vivimos desde hace bastantes años, lo que hace el ciudadano es que se vierte contra el policía, no le reclama al político o gobernador. Al policía es al primero que tienes y todo este clima de frustración lo viertes sobre él.
—¿Está justificado este estigma que tiene la ciudadanía de la policía o sólo se contribuye a este problema?
—Esas partes que mencionas van de la mano. No están distanciadas. Al final tenemos una policía de la Ciudad de México con historias oscuras donde sabes que están involucrados con la delincuencia, o que desaparecieron a los granaderos, pero todos sabemos que te van llegar a golpear y amedrentar, y es toda una historia ligada a un sistema perverso. Pero solo es una institución que ha sido usada por el gobierno para sus intereses. En la actualidad no vemos que haya cambiado mucho.
Hay policías de la vieja guardia con los que pude platicar, son policías retirados de 70 u 80 años, que te relatan cómo fue su vida laboral en tiempo del Negro Durazo, que realmente no lo toco mucho. No quiero que se pierda la parte fundamental de los policías. Te hablan de las carencias que tenían, de las cuotas. Cuánto ha transcurrido desde esa época, 40, 50 años, y vemos que sigue siendo la misma policía. Tuvimos gobiernos priistas, luego perredistas y morenistas –que a final de cuentas siguen siendo algunos del PRD– y te hablan de la transformación del policía y que acabarán con la corrupción, pero sigue ocurriendo lo mismo.
Esa buena voluntad que trae Claudia Sheinbaum de nada ha servido. Una cosa es querer y otra es poder. No los culpo. Se están enfrentando a un sistema que ya se ha integrado desde hace bastante tiempo. Lo veo difícil desechar, pero quizá se podría. Entran secretarios de Seguridad Pública como Jesús Orta y otros e incluso hay algunos ya señalados por delitos. Imagínate. No solamente es quien lleva la batuta de la Secretaría de Seguridad, sino quiénes han estado de subsecretarios. Es lo que me dicen.
El poder ni siquiera está en la Secretaría, sino en los mandos de la subsecretaría que son rostros ocultos o poco conocidos que son los que mueven estos hilos y quienes se ven beneficiados. Una y mil veces han tenido escándalos no sólo de corrupción y no han sido destituidos. A veces son bajados de manera sutil de esta corporación y al siguiente gobierno los ves ahí otra vez. Destituirlos genera costos políticos, es más fácil destituir al escalafón más bajo. A veces se habla de esta limpia de malos elementos cuando en ocasiones son víctimas de este sistema. Tampoco quiero plantear que ‘pobrecito policía, vive en este entramado de perversidad dentro de la misma institución’, pero también entender su reacción con nosotros. No es justificada, por supuesto, pero esta misma institución pocas veces ha servido hacia la ciudadanía. Hay policías buenos, pero sólo te acuerdas del policía cuando te ocurre alguna desgracia. Pero cuando no, lo señalas como corrupto y maldito cerdo. Lo ves en las marchas, donde son agredidos.
—¿Qué te llegaron a comentar ellos sobre este estigma con el que cargan?, ¿cómo lo enfrentan?
–Para ellos es difícil. Fueron infinidad de entrevistas con ellos, con policías retirados y con organizaciones civiles de policías. Se sinceran y dicen que a veces no han tenido ningún problema con la autoridad y lo llaman ratero. En su vida normal pocas veces dicen a lo que se dedican, que son policías. Mantienen oculta esa parte con los familiares, amigos, vecinos. A veces a la familia tienen prohibido decirles que se dedican a ser elementos del Gobierno, en este caso la Secretaría de Seguridad Ciudadana.
Lo otro es que se dan revanchas, odios y venganzas que se llevan a su casa. El hecho de que se quite su uniforme, placa y arma no implica que deje de ser policía. Muchas veces se han dado venganzas. Se han registrado homicidios de policías fuera de servicio que iban camino hacia su casa o viceversa. Tengo una cifra de 2012 a 2018 de 27 policías asesinados fuera de servicio. De 2019 a 2020 no pude obtenerlo por transparencia debido a que este Gobierno de la Ciudad de México se ha caracterizado por la poca transparencia a través del INAI. Metes recursos de revisión e infinidad de solicitudes y resulta que no existen, cuando con anterioridad te habían dado esos datos, por ejemplo, cuando estuvo Miguel Ángel Mancera, con quien tampoco había mucha transparencia porque con él el maquillaje de delitos estaba muy intenso.
—El tema de la violencia de género que retratas me parece alarmante, sobre todo porque dentro de la Policía se cometen y se encubren delitos contra las mujeres que laboran ahí. ¿De qué tamaño es el problema de la violencia de género que pudiste desentrañar?
—Es un tema poco conocido, de los más herméticos dentro de todas las problemáticas. A mediados de 2019 hubo esa buena voluntad de Claudia Sheinbaum de crear comisiones para las mujeres policías y contra la corrupción, pero no ha pasado nada. Se siguen dando estos casos porque no hay verdaderas sanciones contra estos victimarios. Lo que platican estas mujeres policías es que son hostigadas y acosadas sexualmente tanto por sus jefes como por sus compañeros, aunque no todos. Hay compañeros que sí las respetan y hasta las han apoyado. Pero en el caso de los jefes está el hostigamiento sexual desde que salen de la academia de policías. Empiezan con estas insinuaciones, estas pretensiones de quererlas enamorar, de ponerlas en puestos relativamente cómodos y a cambio les piden favores sexuales como acostarse con ellas. Luego de esto “tienen privilegios” como tener faltas, llegar tarde y en las veladas se pueden dormir. Esto va para las policías que están en el ámbito operativo y administrativo. De los dos. Ninguna se escapa.
Si aceptan, tendrán ascensos. Estos se dan a través de los favores sexuales, no como los hombres que es por compadrazgos y amiguismos. En el caso en que se nieguen, es terrible porque empiezan a hostigarlas laboralmente, las mandan a los peores servicios. Es terrible la situación que ellas padecen inmersas en una institución con reglas muy machistas predominada por hombres. La problemática es que difícilmente pueden denunciar. Pocas se atreven a denunciar esta situación porque son ignoradas por las unidades de asuntos internos de la Secretaría o por las comisiones de derechos humanos, ya sea de la policía auxiliar, de la bancaria o de la preventiva. En todas ocurre lo mismo. No hay sanciones para los jefes, si acaso se les manda llamar para una supuesta investigación. Lo que hace este jefe es que manda llamar a sus subordinados más allegados y ellos declaran que es mentira lo que la mujer oficial declara. A ella le piden pruebas sobre el acoso sexual y hostigamiento.
La institución no las protege ni sanciona a estos elementos. Lo que hacen es que a ella la cambian de servicio, la mandan a los lugares más lejanos. Los mandos pocas veces son sancionados y su sanción es nada más cambiarlos de sector, es decir, envías un depredador sexual de una zona a otra para que continúe con lo mismo. Ni siquiera son dados de baja.
—A partir de este diagnóstico esperas alguna reacción por parte de la Policía de la CDMX.
—Difícilmente veo una reacción. Cuando empecé a publicar algunos reportajes antes de publicar este libro estaba en la Unidad de Investigación de El Universal. No fueron series, pasaba un año o meses entre textos al respecto y solicitaba la postura de la institución a través del área de comunicación y te dan largas o ni siquiera responden. Difícilmente veo que ocurra alguna respuesta ahorita o lo único que pueden salir a decir es que esto es mentira y que a lo mejor ocurre en algunos casos, pero son aislados. No representa a toda la institución, que no la engloba en lo general. Quizás es lo que lleguen a decir, si es que hay alguna respuesta. Pero sí les está generando molestia porque es un tema que no se ha explorado y apenas se está abriendo al debate. Por qué tenemos esta policía y cómo nos está afectando a todos.
—¿Y por parte de la ciudadanía?
—De la ciudadanía que busquen el libro y lo lean. Lo que intenté fue jugar con las narrativas para que no sea un libro pesado. Que a la vez entiendan cómo es la condición del policía, quizá no se va acabar con esta estigmatización porque al final sigue siendo el mismo trato reactivo. Pero es una manera. Algo que ayude a contribuir a ver en qué condiciones están ellos y qué tipo de policía tenemos.